domingo, 16 de agosto de 2015

Guía de la Naturaleza de Pájara


Hace treinta años, encontrar un libro de Naturaleza canaria era difícil; hoy proliferan los póster, libros y folletos. Lamentablemente la mayoría son un “copiar y pegar” y no pasan de un refrito, sin aportaciones originales. No es el caso del libro que les presentamos, de mis amigos (lo confieso), Stephan Scholz y César-Javier Palacios, biólogo el primero y geógrafo el segundo, pero ambos residentes desde hace más de veinticinco años en Fuerteventura y ávidos exploradores de su Naturaleza.


Estamos por tanto ante una obra de 191 páginas financiada por el Ayuntamiento del municipio de Pájara (posiblemente el nombre más “pajaril” que se pueda tener). El libro se estructura siguiendo las diferentes comarcas de este amplio municipio: Istmo La Pared, las montañas de Jandía, playa de Sotavento, saladar del Matorral, Cofete, Montaña Cardones, Ajuy… Dentro de cada capítulo se tocan diferentes temas que van desde la geología a la flora y fauna, pasando por la descripción de rutas que ayudan a disfrutar de sus recursos naturales. Hemos tenido el honor de colaborar con la aportación de una decena de fotografías.


Viene impreso en un magnífico papel y una tipografía excelente, si bien es cierto que aparecen algunas erratas y el diseñador se ha cebado en las patas y colas de las aves. Tampoco está exento de algunos errores en cuanto a la autoría de la fotos; pero por encima de todo, tiene la enorme virtud de estar plagada de información de primera mano, original y con una buena contrastación científica sin renunciar a un lenguaje divulgador.









domingo, 2 de agosto de 2015

Ceba de pico picapinos

Creo que muchas personas de mi edad recuerdan al pájaro loco de los dibujos animados. Aquí tenemos la versión canaria, si bien es cierto que tanto el macho como la hembra se toman muy en serio la alimentación de sus pequeños. Situado en un castaño a apenas un metro de una carretera asfaltada y muy transitada (temíamos que los polluelos cayeran del nido y fueran atropellados), esta pareja cuidaba con denodada dedicación a sus polluelos. Numerosos insectos, especialmente adultos de noctuidos, eran aportados cada veinte o treinta minutos. Esto nos permitió hacerle varias fotos desde el otro lado de la carretera primero y después desde el lado opuesto del tronco, donde el adulto tenía su “pista de aterrizaje”.

Lamentablemente el nido estaba a la sombra y no quisimos utilizar más que un flas porque añadir más  unidades llamaría la atención de los conductores sobre la ubicación del nido.


Dos días después volvieron unos compañeros de lances fotográficos pero los polluelos, ya bastante crecidos, habían levantado el vuelo felizmente.














jueves, 23 de julio de 2015

Más allá del DNI

Salir al campo a fotografiar aves está bien. Fotografiar especies nuevas es emocionante. Capturar escenas hermosas es apasionante, pero lo realmente excitante es documentar, de una forma estética, la vida, obra y milagros de las especies que comparten el planeta Tierra con nosotros. Creo que no hay mejor recompensa. Además de ese bien para el fotógrafo, se obtienen indudables beneficios en el conocimiento de la especie y, a la postre, todos salimos beneficiados: ellas y nosotros. Ellas porque podremos aplicar el mejor conocimiento en medidas de gestión adecuadas y nosotros porque el reforzamiento de la trama de la vida en la Tierra y más concretamente en nuestra Isla, mejora nuestra calidad de vida.

Un modesto ejemplo lo comparto con las imágenes que a continuación muestro. Se trata de la cría de un busardo ratonero (Buteo buteo insularum) obtenidas en Gran Canaria. Evidentemente, estas cosas no se pueden hacer de cualquier manera y es necesario adoptar todas las cautelas ambientales necesarias y, si fuera posible, alguna más.

Para hacer las fotos estuvimos durante tres años haciendo un seguimiento del nido para ver como abordarlo de la manera más segura inocua. Al tercero decidimos ir varios meses antes del inicio de la cría y construir un hide (escondite) permanente perfectamente camuflado y mejorar el acceso hasta él. Cuando ya los pollos tenían varias semanas de edad y los riesgo de abandono eran menores (pero no inexistentes), iniciamos las visitas. Para ello teníamos que estar dentro del hide e instalados antes de que el alba despuntara, o sea, antes de que hubiera cualquier atisbo de luz, incluso nuestras linternas frontales iban sólo con luz roja.  Esto significaba levantarnos a las cuatro de la mañana, un desplazamiento en coche de una hora y otra hora caminando por la noche entre un campo de tuneras. Todo para garantizar la viabilidad de la prole. Y es que a veces, las cosas no son fáciles cuando se hacen bien, pero dan mucha satisfacción.

Durante algunas sesiones tuvimos una oleada de calor, con temperaturas que rondaban los cuarenta grados. Como se puede apreciar, los pollos se apretujaban en la escasa sombra. Pensábamos que se perdería alguno por deshidratación, máximo cuando es inusual que una pareja críe cuatro vástagos. Felizmente algunas semanas después, los cuatro pollos de la nidada estaban volando libres y nosotros orgullosos de, creemos, un trabajo bien hecho.