jueves, 23 de julio de 2015

Más allá del DNI

Salir al campo a fotografiar aves está bien. Fotografiar especies nuevas es emocionante. Capturar escenas hermosas es apasionante, pero lo realmente excitante es documentar, de una forma estética, la vida, obra y milagros de las especies que comparten el planeta Tierra con nosotros. Creo que no hay mejor recompensa. Además de ese bien para el fotógrafo, se obtienen indudables beneficios en el conocimiento de la especie y, a la postre, todos salimos beneficiados: ellas y nosotros. Ellas porque podremos aplicar el mejor conocimiento en medidas de gestión adecuadas y nosotros porque el reforzamiento de la trama de la vida en la Tierra y más concretamente en nuestra Isla, mejora nuestra calidad de vida.

Un modesto ejemplo lo comparto con las imágenes que a continuación muestro. Se trata de la cría de un busardo ratonero (Buteo buteo insularum) obtenidas en Gran Canaria. Evidentemente, estas cosas no se pueden hacer de cualquier manera y es necesario adoptar todas las cautelas ambientales necesarias y, si fuera posible, alguna más.

Para hacer las fotos estuvimos durante tres años haciendo un seguimiento del nido para ver como abordarlo de la manera más segura inocua. Al tercero decidimos ir varios meses antes del inicio de la cría y construir un hide (escondite) permanente perfectamente camuflado y mejorar el acceso hasta él. Cuando ya los pollos tenían varias semanas de edad y los riesgo de abandono eran menores (pero no inexistentes), iniciamos las visitas. Para ello teníamos que estar dentro del hide e instalados antes de que el alba despuntara, o sea, antes de que hubiera cualquier atisbo de luz, incluso nuestras linternas frontales iban sólo con luz roja.  Esto significaba levantarnos a las cuatro de la mañana, un desplazamiento en coche de una hora y otra hora caminando por la noche entre un campo de tuneras. Todo para garantizar la viabilidad de la prole. Y es que a veces, las cosas no son fáciles cuando se hacen bien, pero dan mucha satisfacción.

Durante algunas sesiones tuvimos una oleada de calor, con temperaturas que rondaban los cuarenta grados. Como se puede apreciar, los pollos se apretujaban en la escasa sombra. Pensábamos que se perdería alguno por deshidratación, máximo cuando es inusual que una pareja críe cuatro vástagos. Felizmente algunas semanas después, los cuatro pollos de la nidada estaban volando libres y nosotros orgullosos de, creemos, un trabajo bien hecho.













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