Como biólogo profesional se cuan delicado es el periodo de cría de las aves, así que estuvimos esperando durante más de siete años para encontrar un nido adecuado. Al final, un compañero ingeniero de montes me avisó de uno que estaba en una zona sometida a tratamientos silvícolas. Lo primero que logramos con su colaboración fue apartarlos para que los animales, que aún estaban con los cortejos, no tuvieran molestias. Después esperamos varias semanas a que los pollos estuvieran bien crecidos para que las posibilidades de abandono fueran mínimas.
La razón de seleccionar este nido era su ubicación: estaba a relativamente poca altura, le entraba algo de luz y, sobretodo, que podíamos fotografiarlo desde una carretera asfaltada transitada por personas y vehículos. De hecho, podíamos haber hecho las fotos desde el interior del coche. La dificultad era que precisamente el tránsito de personas nos obligaba a adoptar medidas para no dar pistas a los transeúntes de su existencia y evitar atraer la atención sobre él pues, probablemente, se hubiese acabado malogrando.
Como se puede observar en las fotos, al final salieron unos hermosos ejemplares que hoy vuelan en los bosques de Gran Canaria.
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